Mientras tenga aliento de vida, amaré.
Como el sol de la aurora que rompe la oscuridad y se filtra,
despertaré y volcaré todo mi amor hacia el mundo.
Aunque no quede en la historia, aunque no sea un mártir,
amaré hasta darlo todo, para que al partir no quede en mí ningún apego.
Viviré reconociendo que lo verdaderamente valioso
eran cosas muy pequeñas,
y que incluso en los momentos más duros y difíciles
había motivos para agradecer.
Viviré de modo que no me dé cuenta de ello demasiado tarde.
Viviré sabiendo que, por encima de todo,
mi corazón y mi alma estuvieron llenos de amor,
y partiré así.
Si pudiera mirar con unos ojos y un corazón
más claros y transparentes que el cristal
y descubrir que incluso en el pecho de quienes me culpan,
me hieren o me cargan de reproches,
también habita un alma noble y pura,
sería feliz.
Aunque disfrute de todo lo que la vida ofrece
y me queden nostalgias por lo que no alcancé,
si pudiera aceptar incluso eso
como una expresión de mi amor por la vida, sería hermoso.
Quisiera decir que viví
tan ardiente como el fuego, tan frío como el hielo,
y al mismo tiempo más suave que la brisa primaveral,
más sereno que un lago en calma.
Yo, que vine a este mundo,
amé mi vida, amé al mundo,
gozando de lo grande con gran alegría
y agradeciendo lo pequeño.
Entonces me sentiré satisfecho.
Y el cielo también se sentirá satisfecho conmigo.
🌿 Este poema transmite una filosofía vital profundamente agradecida y amorosa, con un tono de despedida serena y reconciliada con la vida.