Este escrito lo comencé el otoño pasado (6 de septiembre de 2013) a petición de un conocido.
Cuando tenga tiempo, seguiré escribiendo aquí poco a poco.
Hola.
Ya empieza a refrescar por las mañanas y tardes, propio del otoño.
A partir de hoy quiero hablar, de vez en cuando, sobre el órgano en relación con la música de órgano y la liturgia.
Seguramente, en Occidente el órgano ha sido durante mucho tiempo un instrumento inseparable de la iglesia.
El origen del órgano se remonta incluso a la antigua Grecia, antes del inicio del cristianismo.
Más tarde también se utilizó en palacios, en las casas de altos dignatarios y en la música de cámara, pero el ámbito principal donde encontró su lugar fue, sin duda, en los ritos de la iglesia.
Con el desarrollo de la música polifónica, el campo de uso se fue ampliando cada vez más, y los instrumentos capaces de interpretar polifonía, como el órgano, empezaron a ganar popularidad. En la iglesia, su papel comenzó a volverse importante.
Aun cuando, tras la teología misionera, la teología de la inculturación y el Concilio Vaticano II, otros instrumentos distintos del órgano fueron poco a poco encontrando su lugar con naturalidad en la liturgia, el órgano sigue ocupando una posición importante dentro de la cultura cristiana occidental y es un instrumento esencial para comprender la música litúrgica y el culto.
Antes de comenzar de lleno con el tema, hoy empecemos escuchando música de órgano.
Y cuando se habla de música de órgano, no se puede dejar de mencionar a Bach.