El año 2020 se está yendo.
Ese 2020, que nos pareció tan largo, se está terminando.
Hoy es la noche más larga del año.
En Oriente y Occidente existen muchas tradiciones que recuerdan este día.
Incluso el árbol de Navidad, tengo entendido, se relaciona con las costumbres del solsticio de invierno, y más tarde se vinculó a la celebración cristiana del nacimiento del Niño Jesús.
Así de especial es para nosotros el simbolismo de la luz y la oscuridad.
La Navidad está a las puertas, y este año recuerdo haber deseado que llegara el final del año un poco más rápido.
La Navidad, seamos cristianos o no, y aunque esté entrelazada con la cultura secular, nos regala la palabra esperanza a través del nacimiento del Niño Jesús.
Este año, en particular, esa palabra —esperanza— se siente aún más necesaria.
Al llegar el final de otro año, una vez más me invade, casi como un hábito, la sensación de estar en deuda con este mundo.
Cada año que pasa recibo ayuda, recibo amor, recibo gracias incontables, como estrellas en el cielo nocturno.
Pero con el tiempo que corre tan deprisa, no solo me resulta imposible devolver tantas gracias, sino que incluso quedo rezagado a la hora de expresar mi gratitud.
Una vez más, en esta noche más larga del año, elevo mi corazón deseando la felicidad y el bienestar de todos mis seres queridos, y con anhelo espero al Niño Jesús que está a punto de nacer.
La canción que todos conocemos, Noche de paz, noche de amor, parece encajar especialmente bien con esta noche.
🌟 Es un texto lleno de tono meditativo, casi como un diario espiritual de fin de año, con un fuerte sentido de gratitud y esperanza.